La luz ciega el mañana.
Los rayos, antes de que los atrape,
vencen su brillo.
La oscuridad acaricia
en los albores de mi capitulación
su danza y sus tambores.
¡Oh sombras
penetradme
hacedme vuestra carroña!
Para que pueda ser
nada y nadie;
el curvado doblón
el escudo ajado del abatido
el ahogo del chillido
el eco de quien aventura las dunas
y los desiertos y fondas de la locura
bajo una luna manchada.
¡Oh sombras
penetradme
hacedme vuestra carroña!
Para que pueda ser
nada y nadie;
el apostado en el tembloroso suelo
el llanto que la distancia acalla
el sudor febril y gélido
el poema en el papel raído, perdido de las manos, escrito en el olvido
Wednesday, February 29, 2012
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